Han oido hablar de El Filósofo de Güemez?, busquenlo, es un personaje bastante mortal que con humor toma la vida y dá consejos para no complicarnola...
Está bastante "jocosa" la visión acerca de la vida desde una perspactiva "Güemezca", tiene desde consejos prenuciales, ya los estoy considerando hasta de política, con eso de "voto pot voto"
Busquen a El Filósofo de Güemez.
Saludos.
El Filósofo de Guémez
Por Ramón Durón Ruiz
Anécdotas que se le atribuyen a El Filósofo de "Allá mismo"
Curiosidades de Güémez
"Esta casa no se renta"
Letrero colocado en la puerta de una casa vacía, en Güémez en 1979.
"Se prohibe el paso a los marranos"
Letrero colocado en la cerca de un potrero
de "Allá mismo".
El consejo nupcial
En cierta ocasión, se encontraba El Filósofo de Güémez en la plaza del pueblo contando sus experiencias a los jóvenes que quedaban maravillados con su sabiduría; cuando observó cruzando la calle a su nieta Cleofas, una jovencita campesina, buena moza, guapa, sencilla y amable que, al ver a su abuelo, levantó la mano y con el dedo índice le hacía señas a El Filósofo para que se acercara a ella.
El Filósofo, al verla, se disculpó con los jóvenes:
—¡A ver! Espérenme un momento, déjenme ir con mi nieta y ahorititita regreso.
—¿Qué pasó mi’jita? —le dijo El Filósofo a Cleofas, quien, al tenerlo cerca, lo saluda con un beso en la mejilla y lo toma del brazo, encaminándolo en sentido contrario a los jóvenes y le dice:
—Vengo a pedirte un consejo, agüelo.
—Mi’jita... Pero qué mayor satisfacción que darle un consejo a mi nieta, ¿de qué se trata?
—Mira güelo, es que me voy a casar con José, el hijo del tendero, y ando muy nerviosa, güelito... Quiero que me ayudes, que me des un consejo.
Mi’jita, el consejo que me pidas, yo te lo voy a dar con mucho gusto... ¿qué necesitas?
—Que me aconsejes... ¿cómo me visto la noche de bodas, güelito? Estoy bien nerviosa. A eso de las artes sexuales, ¡pos nomás no le sepo!
—Mira mi’jita —contesta firmemente El Filósofo— la noche de bodas, te vas a vestir con ¡¡¡una bufanda!!!
—¡Nooo güelito!, mi duda es si me pongo una bata o me pongo un negligé transparente, de esos que venden allá pa’l Otro Lado... ¿cómo ve usted güelito si me visto así?
—¡¡Ponte una bufanda!! —repite El Filósofo— ... ¡¡y te la enredas en el cuello!!
Sin comprender el consejo, la nieta de El Filósofo insiste:
—¡Que no pues güelito! ¿cómo me debo vestir la noche de bodas?
Y le repite cuál es la prenda que debe usar luego de que se consuma la boda civil, la boda religiosa y en la noche cuando ya esté sola con José. Con mucha paciencia El Filósofo repite que debe ponerse una bufanda.
—Bueno, y ¿por qué una bufanda güelito?, —le requiere la jovencita.
—Lo que pasa —explica El Filósofo— es que mira, tu agüelita se puso una bata que le llegaba a los talones y toda la noche se la traje de bufanda.
La filosofía de la democracia
En Güémez, hace muchos años —según cuenta un antiguo sucedido— después de una contienda electoral, se encontraron un político y El Filósofo de "Allá mismo" y se sentaron a la sombra de los terrosos mezquites de la plaza a hablar de política.
El primero le reclama al segundo:
—Tu filosofía falló, me dijiste que para ser Presidente Municipal sólo necesitaba firmas y me aventé como loco por todo el municipio y conseguí dos mil firmas de las cuatro mil gentes que votan, las presenté y ni así me pusieron a mí sino a uno de los Mancilla.
La respuesta de El Filósofo fue la siguiente:
—Lo que pasa es que yo te dije dos cosas y tú, "Botas" —apodo con el que se conocía al político— sólo medio me entendiste una.
Después de una pausa, el hombre de la filosofía agrega:
—Te dije que en las democracias puras, las firmas representan votos y con las firmas, que son la decisión de la gente en favor de alguien, se puede llegar a triunfar.
-¡Por eso! —contesta molesto el otro— siguiendo tu consejo yo junté dos mil firmas y el que me ganó no pidió ninguna y ya es Presidente. —También te dije —apostrofa El Filósofo— que en política:
"La firma de muchos es democracia, pero la firma del jefe es mayoría"
—No te entiendo Filósofo; yo junté muchas firmas.
—Pero te faltó una firma, pendejo, la del gobernador; él es el jefe, él es la mayoría electoral; él es el que decide en cuestión de presidencias municipales.
Extractos del libro El filósofo de Güémez, de Ramón Durón Ruiz.